SER LIBRE O SER CONSCIENTE?



LIBERTAD O ILUMINACION?
Estimada compañera.
Me preguntas cómo es posible que tantos atropellos se cometan en nombre de la libertad; sin ir más lejos, cómo es posible que en nombre de la libertad de los mercados se vean millones y millones de personas, en los países más desarrollados del planeta, empujados a la miseria, a la ignorancia, a la frustración y a un drástico empeoramiento de sus condiciones de vida.
Para intentar responder a tu pregunta me resulta imprescindible primero aclarar cuándo el uso de la palabra 'libertad' tiene sentido; y cuando lo tiene, cuál es el sentido que se le da.
Filosóficamente la libertad es un predicado. No es un ser, ni una cosa, ni una organización, ni una institución..., es simplemente Lo que se dice de las acciones de los seres humanos (o de los macacos, o de los ángeles, o de los dioses...). En este sentido entiéndese por acción también los pensamientos y los sentimientos, en la medida en que son también lo que las personas hacemos. Incluso cuando hablamos de la libertad interior realmente estamos hablando de si en nuestro interior somos o no libres, esto es, si nuestros pensamientos, decisiones (que son también pensamientos), sentimientos y emociones son o no libres.
¿Y cuando podemos decir que una acción es libre? El predicado libre, como predicado de las acciones humanas, sólo tiene sentido si es posible también predicar lo contrario de algunas acciones, es decir, si tiene un concepto polar que se pueda usar con sentido (aunque se construya con la simple adición de la partícula “no”). Si yo digo de una persona que es una persona sólo estoy diciendo que es un miembro de la especie homo, aunque esa afirmación no dice nada a nadie sobre esa persona particular. Si todas las acciones de los seres humanos son libres, si la libertad forma parte de la esencia humana, decir de una persona que es libre no tiene sentido; excepto cuando estamos dando una definición escolar, sería lo mismo que decir que una persona es un mamífero.
Por tanto la libertad se predica de algunas acciones de los seres humanos y no de otras. Y ¿cuáles son las condiciones para poder decir de una acción que es libre?
En primer lugar habría que descartar aquellos usos de la palabra 'libertad' que son evidentemente absurdos, y que sólo sirven para ser utilizados demagógicamente en la lucrativa función y trabajo de confundir a las personas y a la opinión pública, trabajo muy bien pagado en la sociedad actual (1).
Los tres usos de la palabra 'libertad' más pueriles y evidentemente absurdos, Son:
En primer lugar, la concepción de la libertad como la capacidad de una persona de hacer lo que quiera. Esta concepción es claramente demagógica, si no se matiza y restringe notablemente. Evidentemente no hay nadie que pueda hacer lo que quiera en todo momento, y bástenos como botón de muestra la imposibilidad (actual) de satisfacer su deseo o voluntad de escalar en monte más alto del planeta Venus.
La réplica a nuestra afirmación, consistente es decir que evidentemente esta expresión de hacer lo que uno quiere debe aplicarse sólo a lo que es posible hacer, es una petición de principio. ¿posible para quién? Si se trata de que alguien es libre si puede hacer aquello que le es posible hacer, es evidente que todos somos libres. Si se trata de poder hacer lo que cualquier otro, quienquiera que sea, puede hacer, es evidente que nadie es libre, pues nadie puede hacer, ni siquiera la persona más poderosa del planeta, lo que cualquier otro puede hacer (2).
Y es evidente que algo que puede predicarse de todo el género humano, como ser libre o no serlo, como ya hemos dicho más arriba, carece de significado cuando se aplica a una concreta persona, pues nada nos dice de ella el saber que es libre (o que no lo es) cuando todos lo somos (o nadie lo es).
La segunda de estas concepciones absurdas sería la de considerar la libertad como la ausencia de condicionamientos, la consideración de que alguien es libre cuando puede decidir qué hacer sin estar condicionado de ningún modo para tomar esta decisión.
Como no es difícil ver también esta concepción carece de sentido, si pretende aplicarse a alguien para caracterizarlo frente a otros, pues siempre estamos sometidos a algún condicionamiento. Efectivamente, no es lo mismo decidir qué comer cuando estamos ahítos que cuando tenemos hambre de tres días; sea cual fuera la situación, siempre pesan sobre cada uno de nosotros influencias y condicionamientos que hacen que una de las opciones posibles tenga más probabilidades de ser escogida por la mayoría de nosotros en esa situación. Y como condicionamientos debemos también contar nuestra educación, la religión en la que nos hemos educado, el idioma que hablamos, el país en el que hemos nacido, los padres que hemos tenido, nuestras experiencias de la infancia, y un sinfín de condicionamientos más. Si ser libre es poder obrar sin condicionamientos, es obvio que nadie es libre.
Y de nada vale tampoco en esta acepción de libertad decir que es una cuestión de grado, que se es libre cuando no pesan sobre nosotros condicionamientos de cierto grado, condicionamientos con fuerza suficiente para coaccionar nuestra libertad, para impelernos a elegir sin suficiente libertad, pues en este caso resulta imposible decidir cuándo un condicionamiento restringe o no nuestra libertad, es decir, cuándo somos o no libres. Además decir que es una cuestión de grado, decir que un condicionamiento no atenta contra nuestra libertad cuando nos permite elegir sin restringirla, es caer en una burda petición de principio, pues equivale a decir que uno es libre cuando sus condicionamientos no afectan a su libertad, es decir que es libre cuando es libre.
La tercera acepción torticera de la libertad es aquella que considera que somos libres siempre que podemos elegir qué hacer. Y es torticera porque, como las anteriores, o es predicable de todos o no es predicable de nadie.
En efecto, incluso dentro de las prisiones más lóbregas podemos decidir qué hacer, siempre podemos negarnos a comer, podemos decidir obedecer o no a nuestros carceleros, u optar por permanecer sin hablar, e incluso optar por el suicidio (3). Y si siempre podemos elegir, pues siempre podemos hacer otra cosa distinta a la que hacemos (sean cuales sean las consecuencias de nuestra elección), es obvio que todos somos libres siempre. Con lo que la noción de libertad queda de nuevo vacía de contenido.
Y, como en los casos anteriores, decir que es una cuestión de grado no soluciona nada, pues volvemos a encontrarnos con el problema de cuál es el grado de posibilidad de elección que delimitaría cuando somos libres y cuando no, y cómo podríamos medir ese grado sin caer en una petición de principio.
Evidentemente, si queremos desenmascarar el recurso a la libertad como mecanismo justificador de las tropelías que se cometen desde el sistema capitalista o desde cualquier otro sistema o credo, debemos aclarar cuál es la noción de libertad que manejan, cuál es su fundamento, y cómo la utilizan como elemento justificador de su acción y vertebrador de su ideología.
En los sistemas sociales, políticos y económicos la libertad se predica siempre en el seno de una estructura social, aunque se haga con referencia exclusiva a los individuos que la componen, individuos que se suponen libres (o deberían serlo) y constituyentes de la realidad social.
La condición para poder decir que una acción es libre es que el precio que el sujeto tiene que pagar como consecuencia de dicha acción no es muy gravoso, no es muy perjudicial para él (y este 'él' incluye su familia, su patria, o su pueblo, su economía, su integridad...). Yo puedo, por ejemplo, decir que soy libre de hablar, que puedo hablar con libertad, si las consecuencias de decir lo que sea que yo diga no son muy perjudiciales para mí, si no son más nocivas de lo que es esperable, esto es, si yo no voy preso (o tengo otras malas consecuencias desproporcionadas) por hacer una crítica al gobierno, o a la iglesia, o a la autoridad....
¿y cómo es posible pagar un precio muy gravoso por una de mis acciones? Es muy claro que eso sólo es posible si yo estoy viviendo con otros, en una comunidad, pues son los otros quienes hacen que yo tenga que pagar un precio por mis acciones (4).
Desde este punto de vista la libertad requiere siempre un calificativo para que podamos saber de qué concreto tipo de acciones estamos hablando, pues hablar de todas las acciones humanas en general, para saber si tengo o no que pagar por ellas un precio muy elevado, carece de sentido, pues es evidente que no es posible predicar tal cosa de todas las acciones, sentimientos, y pensamientos humanos. Es necesario pues concretar. Así, para poder saber de qué estamos hablando, y para poder, por tanto, hablar con sentido, debemos hablar de libertad de expresión, o de reunión, o de asociación, o de mercado, o de empresa, o de prensa, o de lo que se quiera.
Sin embargo el sistema capitalista requiere generar ignorancia de forma sistemática sobre su propio funcionamiento, pues entender como funciona es, sin duda, no poder justificarlo, o sencillamente nos lleva directamente a su rechazo, y, lo que es peor para sus defensores, a tener oportunidades de cambiarlo.
En este proceso de generación sistemática de ignorancia se nos hace creer que la sociedad está formada por individuos libres e independientes entre ellos, o al menos esto es lo que debería ser, el ideal por el que muchas personas luchan y por el que otras muchas han dado sus vidas.
La libertad es piedra de toque fundamental.
Libertad que lleva de la mano la libre iniciativa, generadora de riqueza y de progreso.
La libertad de empresa y de comercio, necesarias para que la libre iniciativa pueda desarrollarse sin cortapisas produciendo un mundo en constante crecimiento y siempre mejor.
La libertad de mercado para que todo el mundo pueda acceder a todos los productos y servicios necesarios para una vida justa, digna y desahogada.
La libertad de circulación de capitales para que la libre iniciativa pueda aprovechar los recursos humanos (denominados eufemísticamente 'capital humano', como si todo fuera capital y no existiera la mano de obra, la fuerza de trabajo) y los recursos materiales en beneficio de todos.
Claro que una de las consecuencias de esta libertad es la libertad del capitalista para elegir cuál debe ser su contribución al mantenimiento del sistema de prestaciones sociales, es decir, cuántos impuestos y dónde debe pagarlos (lo que se consigue mediante la descolocación de empresas y la libre circulación de capitales, especialmente para ir a ubicarse en los paraísos fiscales).
De este modo por libertad se entiende como libertad de mercado, de empresa, de circulación de capitales, de iniciativa, sin que sea preciso concretar más. Cuando nos hablan de libertad desde las instancias económicas o políticas del poder se están siempre refiriendo a esta libertad. A una libertad que no tiene más límite que, como se suele decir, 'la libertad de los demás', es decir, el derecho de la competencia a enfrentarse a nosotros en el mercado LIBRE.
En este contexto el repetido una y otra vez como principio rector del derecho en las sociedades capitalistas, el nemine laedere (no causar daño a tercero) no incluye aquellos casos en los que el daño que se padece como consecuencia de los actos y decisiones es un daño resultado de nuestra incompetencia, de nuestra incapacidad de competir con el éxito en el mercado, un daño merecido y necesario para que el mercado funcione 'libremente'.
Claro que las otras libertades, la de prensa, la de expresión, la de reunión, la de asociación, etc., van parejas, pero siempre subordinadas y limitadas por la LIBERTAD, es decir, siempre subordinadas a las libertades convenientes al capital, por ello no se dudará en restringirlas, suspenderlas, o incluso suprimirlas, cuando puedan poner en riesgo la libertad del capital.
Sin embargo este disfraz no es suficiente, el fetichismo debe volverse omnipresente y aséptico, y la LIBERTAD y las libertades debe presentarse como una consecuencia ineludible del individualismo, del hecho indiscutible de que el mundo, la sociedad esté formada por individuos, individuos que sólo pueden desarrollarse plenamente como tales si gozan de libertad.
Como vemos la LIBERTAD que predica, propugna y defiende el capitalismo se sustenta en una concreta antropología, en una visión del ser humano como separado e independiente de los demás, en una visión del ser humano como una especie de isla.
Pero pudiera muy bien ocurrir que los seres humanos no seamos seres aislados unos de otros. O incluso que tampoco seamos seres aislados de la naturaleza, del entorno natural y social en el que vivimos. Puede ser que tal vez, como dicen algunos de entre nosotros, seamos uno con el todo, con la totalidad. Sin embargo esta concepción del ser humano no solo no encaja con el capitalismo sino que atenta directamente contra sus raóces filosóficas. Y un sistema social y económico que carace de bases filosóficas para justificarse sólo puede sobrevivir mediante el recurso a la fuerza, es decir, a las diversas policías y ejércitos que cada vez más tienen más poder y recursos.
Plegarse al capitalismo es admitir su antropología: el feroz individualismo y la concepción pareja de que cada uno de nosotros es como una especie de isla no vinculada ni con los demás ni con la naturaleza. Y desde estas concepciones tal vez cualquier intento de vivir en la luz, de vivir acordes con nuestra propia esencia, con nuestro ser interior sea sencillamente imposible.
Conviene ser conscientes.
Paco Puertes

NOTAS
(1) Pagado, por supuesto, por quienes tienen dinero para hacerlo y un claro interés en que esta confusión reine y campe por sus reales en nuestras sociedad.
(2) Piénsese, por ejemplo, en la habilidad incomparable de un maestro y genial pianista; su capacidad para tocar el piano no depende del poder que posee, y nadie puede hacerlo igual que él a fuerza de poder económico, político o de cualquier otra índole. Sin duda, si tiene 'los dones necesarios', con un arduo entrenamiento y dedicación tal vez pueda acceder a tocar el piano de forma magistral, pero a este pianista tal vez se le escape la posibilidad de ganar los cien metros lisos en los próximos juegos olímpicos.
(3) Las modernas técnicas médicas permiten alimentar por la fuerza incluso a quienes han elegido mantener una huelga de hambre cuando ésta puede, muy probablemente, costarles la vida. Sin embargo este poder de los carceleros no impide nuestra elección por la huelga de hambre o por el suicidio; que lo consigamos o no no indica que no lo hayamos elegido, podemos elegirlo y no conseguirlo (como muchas otras cosas), y no por no conseguirlo dejamos de ser libres (si la libertad era nuestra posibilidad de elegir).
(4) Evidentemente queda excluido de este supuesto el caso en que tengo que pagar las malas consecuencias naturales de mis acciones, en ese caso no estamos ante una acción no libre, estamos ante una acción errada.

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