Decía
el príncipe de los filósofos1
que el hombre es un ‘zoom politikon’, un animal social por
naturaleza, y que, con independencia de cuál fuera su interés por
la política, ésta iba a determinar cómo transcurriría su vida;
los hombres podemos ocupamos de la política o no hacerlo, pero la
política se ocupa de delimitar el espacio en el que forzosamente nos
vemos obligados a desenvolvemos. Si alguna tesis de éste gran
filósofo permanece aún indiscutida, es ésta.
Esa
extraña cualidad, que hace de la política ineludible para el ser
humano en tanto que ser social, impregna, con mayor radicalidad
todavía, la filosofía, más allá incluso de la sociabilidad
consustancial al ser humano. Como señala el maestro Gramsci, podemos
ocuparnos en filosofar o soslayar hacerlo, pero ineludiblemente la
filosofía constituye el substrato con el que construimos nuestra
visión del mundo, proyectamos nuestra praxis, y entendemos lo que
ocurre. Gramsci nos muestra que, si renunciamos a ocuparnos de la
filosofía, nuestra visión del mundo, aquella con la que
interpretamos y construimos el mundo, la vida cotidiana, y la
ciencia, estará formada por retazos inconexos, y hasta
contradictorios, de filosofías pretéritas. La única forma de
abordar el mundo desde una visión subyacente coherente es filosofar.
Sin
embargo, filosofar y adentrarse en la filosofía hasta sus
fundamentos no son sinónimos2,
pues las raíces de la filosofía se hunden en lo que llamamos
ontología, la teoría del ser3,
y la metafísica, o doctrina que estudia las leyes más primigenias
que gobiernan la realidad. No es posible una filosofía sin
metafísica y ontología, por más que sea posible filosofar sobre
cualquier cosa sin adentrarse en tan abstrusas disciplinas4.
Respecto
de ellas, cinco son las causas, como señala Maimónides, las que
cohiben la iniciación de la enseñanza del camino, que conduce a la
verdadera luz, de los temas metafísicos.
La
lª es la dificultad, sutileza, y profundidad de la materia en sí
misma, pues quien sabe nadar extrae perlas del fondo del mar, y quien
no sabe nadar, se ahoga.
La
2ª, la deficiencia mental del ser humano en los comienzos, pues
“como pollino de onagro nace el hombre”
(Qb, 11,12).
La
3ª, la larga duración de los estudios preparatorios, pues es
necedad aventurarse al estudio de la metafísica sin un profundo
conocimiento de las ciencias físico naturales, de la matemática, la
lógica, y la hermenéutica filosófica.
La
pereza, la falta de luces, y la ausencia de estudios preparatorios,
hace que los impacientes se lancen por el camino de la especulación
sin tal bagaje, e incapacitados, por falta del adecuado instrumento,
para adherir tales conocimientos, ora confunden su anhelo ardiente
con la verdadera sabiduría, haciendo pasar por saber lo que no es
más que espejismo o error5;
ora denuestan y vituperan tales estudios preparatorios, que son
incapaces de captar o demasiado desidiosos en asimilar, empeñándose
en demostrar que son inútiles, cuando no perjudiciales6.
Toman
así lo accidental como esencia, el error en que se cae por
ignorancia, como descubrimiento, el oscurantismo tras el que se
esconde la vastedad de su desconocimiento como grave preocupación
por salvaguardar la verdad del manoseo de los no iniciados; y
descalifican el conocimiento de las ciencias, la filosofía, la
lógica y la matemática, alejando a sus acólitos de su estudio,
porque, a su luz, sus supuestas verdades se desvanecen como la niebla
en primavera.
La
4ª causa radica en las disposiciones naturales, pues las virtudes
morales son la base de las racionales, y la adquisición de la
perfecta racionalidad solamente es factible al ser humano atenido a
la ética, respetuoso con la moral, ponderado y sereno.
Abundan
los individuos de innata disposición temperamental incompatible con
la ética, que deben regir sus actos por el imperativo hipotético
que impone la ley externa (el temor al castigo del soberano), y que
están incapacitados pues para el estudio de la metafísica.
También
los hay de escasas luces innatas, para quienes la duración de la
vida humana no es tiempo suficiente ni siquiera para adentrarse en el
conocimiento de los estudios propedéuticos necesarios, y que deberán
contentarse con lo que los sabios les faciliten como verdad elemental
y práctica para regir su destino, fiados en la ‘autoritas’.
Por
las razones expuestas, deberemos también desaconsejar su estudio a
los más jóvenes, pues su natural bullente, y las preocupaciones
propias de su edad, les alejan de la calma y la serenidad de espíritu
imprescindibles para adentrarse en tales lucubraciones sin errar ni
precipitarse por senderos equivocados.
La
5a
causa es andar ocupados en constituir o consolidar un hogar, en
educar la progenie, o en conseguir lo necesario para el sustento
propio y de los suyos, pues tampoco en tales situaciones es dado
alcanzar la serenidad, el reposo y la calma que se precisan para tan
abstrusos estudios.
Y
esto es especialmente cierto cuando el afán que predomina es
perseguir las superfluidades de la vida que, debido a la vituperable
conducta y malas costumbres, han llegado a ser una necesidad natural
ineludible en nuestros días.
Nos
encontramos así con una disciplina ineludible, la metafísica, cuya
investigación, sin embargo, debe ser evitada por la generalidad de
los mortales, mas cultivada con denuedo por el sabio.
Para
desgracia de los tiempos presentes, se considera la imposible
generalización de su investigación para el común de los ciudadanos
como justificación de su desconocimiento, pretendiendo que la
imposibilidad para muchos para investigarla y descubrirla es motivo
fundado para su ignorancia (sin embargo, verbi
gratia,
nadie considera causa suficiente para no saber conducir, la
incapacidad para entender las leyes del Estado7
o los principios de la termodinámica8).
Debemos
pues huir de adentramos en su estudio sin la conveniente preparación
o las necesarias condiciones, tanto como de denostarla. En la misma
medida en que debemos ocuparnos de conocerla lo bastante como para no
ser, en el reino de la hermenéutica y construcción de la realidad
en que todos debemos movemos, pequeño bajel a merced de las
tempestades del concepto y los vientos de la manipulación y las
modas.
Y,
en cualquier caso, si algo no es la metafísica, es secreto,
misterio, o flor que deba ser sustraída de la pública mirada.
Aunque no todos puedan profundizar en ella, ello no les exime de
conocerla, y es obligación nuestra exponerla a la pública
consideración, para que, quien tenga oídos para oír, que oiga.
Paco Puertes.
Paco Puertes.
2 Gustaba
de afirmar Ortega y Gaset -hombre simpático y poco leído- que
filosofía no es
aquello
de que se trata, sino la forma de tratarlo.
3 O,
por decirlo con un lenguaje más moderno, el concepto de lo real
imprescindible para
toda
conceptuación.
4 Dando,
consciente o inconscientemente, una ontología y una metafísica por
sentadas.
5 Que
los mismos sofistas no pueden percibir como tal, pues no se pueden
consolidar los
asertos
ni enuclear las dudas, sino mediante ciertos principios tomados de
esos estudios
preparatorios.
6Pues
nada importa -dicen- sino el verdadero conocimiento -por tal tienen
a sus falsas
teorizaciones-,
y los estudios de las ciencias y la filosofía no hacen sino
obstaculizar el logro
de
la verdad.
7 Pues
en ellas se inhieren las que regulan la circulación de los
vehículos a motor, que de
ellas
extraen sus criterios hermenéuticos y los procedimientos procesales
y
sancionadores
establecidos para conseguir su respeto y restitución.
8 Y
es sobre la base de estos principios que se construyen los motores
de explosión, que
mueven
nuestros vehículos.
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