La
vida es una caravana de descubrimientos y aventuras, de construcción
y diseño del mundo, del futuro... En ella estás ubicado detrás de
quienes te preceden y ellos detrás de quienes les precedieron, y
caminas por delante de quienes te siguen. El camino que otros han
recorrido es senda para ti, sus huellas son tu guía, su rumbo es tu
norte.
No
estás a la deriva, ni desorientado, ni caminas hacia el abismo. Y
ello pese a que los vientos, los días y los soles han borrado sus
huellas.
Sin
embargo está muy extendida la ilusión de que cada cual va por donde
le place o por donde le indica su extravío, la ilusión de que no
hay camino, de que tienes ante ti un insondable mar inexplorado, y de
que estás condenado a elegir desde la angustia o desde la ficción
de lo que los más consideran deseable.
La
realidad es otra: el extravío es ignorar las sendas, las muchas
sendas que han llevado a otros que iban hacia donde tú vas, y que te
sirven para aprender de ellas y caminar con mayor tiento hacia tu
destino. Son sendas que ya han sido recorridas por otros, antes
incluso de que fueras un sueño en el espíritu de tus padres. Y que
por eso, porque ya han sido recorridas, quienes te han precedido te
aportan experiencia y conocimiento para que puedas recorrer tú la
tuya, pues aunque cada uno en cada época y lugar tiene un
sendero distinto por recorrer, todos los senderos salen de este mundo
y todos van hacia la realidad plena.
La
muchedumbre, que no distingue las huellas de un ñu de las de un ser
humano, casi es incapaz de seguir los rastros de quienes les abrieron
y te abrieron camino.
Una
persona de la tradición, buena observadora, sabe por donde va, no
suele extraviarse.
Ibn
Mauriya, Abdal.
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