AUTORIDAD O PODER?
Los países más burocráticos están llenos
de autorizaciones.
Así en España, donde normalmente se llaman
“licencias”, para abrir un bar se requieren no menos de tres
autorizaciones: una licencia de actividad, una licencia de apertura y
una licencia de obras para poder adecuar el local al fin al que se
quiere destinar. Luego, para abrirlo y funcionar aún se requieren
más autorizaciones, una para servir bebidas alcohólicas y algunas
clases de alimentos, otra para cocinar una tortilla o poder ofrecer
pasteles, etc. (se llaman licencias o permisos para manipular
alimentos, y son diferentes para cada tipo de alimentos). Y no se
acaba aquí: necesitaré otra autorización para poner música, otra
para tener una cocina con fogón, y así sucesivamente.
Lo que realmente se esconde tras una
autorización es un permiso, algo que en España capta bien la gente,
que denomina a la licencia de conducir (de manejar automóviles)
“permiso de conducir”.
Qué hay realmente tras un permiso? En este
caso España vuelve a proporcionarnos claves inapreciables para
entenderlo: cuando yo era niño (nací y me crié en España) mi
madre, y el resto de las mujeres casadas en el Estado español, no
podía abrir una cuenta bancaria sin la autorización por escrito de
su esposo, ni comprar o vender un inmueble sin permiso de su marido
(ni muchas otras cosas que no enumero por no aburrir). Como hemos
podido ya sospechar, tras este permiso se esconde una dominación de
unas personas sobre otras (en este caso de lo hombres sobre las
mujeres), tras toda autorización se esconde siempre la dominación
de autorizante sobre el autorizado (y quiero recordar que dominación
viene de la palabra latina “dominus” que significa “señor”,
y que no hay señor sin vasallos).
Y por qué se establece la institución o
trámite de la autorización? Por la falta de confianza del señor en
su propia valía, es decir, por su falta de autoridad. Por ese
motivo, por su manifiesta falta de autoridad recurre al ejercicio del
poder, que suelen proporcionarle las armas o el dinero. Cuando
alguien tiene autoridad en algo, cuando alguien es una autoridad en
una materia, como por ejemplo en electromagnetismo o en arquitectura,
no necesita ejercer ningún poder (que afortunadamente no suele
tener) para que otros le hagan caso o le escuchen, ni para que le
respeten o para que muchos sigan sus consejos o directrices en
cuestiones relacionadas con aquél campo en el que los demás lo
consideran una autoridad.
La autorización es algo que se impone desde
el poder cuando no se tiene autoridad. Y suele tener poco que ver con
la real preparación o capacitación del autorizado. Realmente cuando
se discute si alguien está autorizado para algo, como por ejemplo si
Alberto está autorizado para dar ayahuasca, se está discutiendo si
existe o no un papel autorizándole, y si es ésta o aquella persona
quien lo ha firmado; lo que no se discute es si está o no preparado
para hacer lo que hace. Obviamente las autorizaciones pueden también
concederse de palabra, pero esta ha de pronunciarse por quien tiene
el poder y ha de hacerse pública para su eficacia; pero este detalle
en nada empece cuanto digo.
El sistema de autorizaciones no es posible
sin una organización burocrática de soporte, es decir, acaba por
crear, para funcionar él mismo, una burocracia.
Indudablemente una organización burocrática
y otra que no lo sea no son iguales, ni funcionan igual, ni tienen la
misma agilidad, ni consumen los mismos recursos. Ni, lo que es más
importante, tienen el mismo espíritu. Y el espíritu de una
organización acaba “manchando” o imbuyendo a cuantos en ella se
integran, y muchas veces a quienes la sufren o la gozan.
Y en este planeta nuestro, ahora y aquí,
ocurre que las palabras no son neutras, que no es lo mismo utilizar
una palabra u otra para denominar algo. Así, y por poner solo un
ejemplo (pues este árbol no es de este bosque) no es lo mismo llamar
al dinero que se dedica a la educación “gasto social” en lugar
de “inversión social”. El gasto es algo que conviene reducir al
mínimo necesario, y la inversión es algo que siempre conviene
hacer. Si los políticos nos convencen de que es un gasto (o
nosotros lo aceptamos de puro irreflexivos), estaremos de acuerdo con
ellos en reducir el dinero que se dedica en un país a la educación,
y la consideraremos una especie de mal necesario. Si, por el
contrario, sentimos que es un inversión, tenderemos a apoyar el
incremento de la cantidad de dinero que se dedica en nuestro país a
la educación y sentiremos que la educación de las personas es una
riqueza para el país. De una u otra concepción y sentir se derivan
acciones bien diferentes.
En esas andamos.
Paco Puertes.
Exactamente ya era hora de tener una licencia de conducir digital y evitar estar trasladando nuestros documentos cuando viajemos y se lleguen a dañar; me gustaría compartirles el Blog de automoción es un blog especializado en ingeniería, el cual fomenta el interés e investigación de la creación de los automóviles.
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