VIVIR EN LA IMAGINACION.
Imaginación.
Construyo
con conceptos mundos posibles, situaciones posibles, las observo,
las juzgo y decido
si me gustan o no, si están
bien o mal, si me convienen o
me perjudican. Y desde
este mundo imaginario que construyo
decido actuar
de una manera u otra en el mundo de mi
experiencia.
Así
imagino lo que puede ocurrir si tomo determinada medicina, o cierto
brebaje, juzgo la situación imaginada y decido no tomarlo por miedo
a que ocurra lo que he imaginado que ocurrirá, por miedo a un mundo
irreal, imaginario, por más que pueda ser posible. Decido en base a
hechos que no han ocurrido y que, posiblemente, no ocurrirán jamás,
pues la realidad pocas veces se ajusta a mis predicciones
imaginarias.
Imagino
que mi pareja se acuesta con otra persona, me imagino la situación,
me imagino a la otra persona, me imagino qué siente mi pareja, veo
cómo me sentiría yo en esa situación imaginaria, y decido que
quiero una relación monógama sexualmente exclusiva. A partir de ahí
me niego a cualquier otra forma de relación, impongo a mi pareja, so
pena de separación, la monogamia. Le privo así, como me privo a mí
también, de muchas experiencias, y le privo y me privo también de
una decisión libre basada en la experiencia, basada en los hechos
que ocurren en lugar de basarla en los hechos imaginarios.
Sin
embargo, el hecho que he imaginado, que ha condicionado mi reacción,
y mi relación con mi pareja, es un hecho que nunca ha ocurrido. Y lo
más divertido es que nunca ocurrirá como lo he imaginado: cuando
nuestra pareja se acuesta con otra persona casi nunca es con quien
imaginamos (salvo que mi desconfianza sea tal que la imagine
acostándose con todo el mundo), ni siente lo que imaginamos que
siente, ni lo hace por los motivos que imaginamos que lo hace.
Lo
peor de esta forma de proceder no es que condiciono mi vida y mi
futuro con fundamento en algo que nunca ha ocurrido, en un hecho
imaginario, sino que cuando ocurre, cuando mi pareja se acuesta con
otra persona, encajo a martillazos lo ocurrido en mi imagen de lo que
imaginé que podría ocurrir, interpreto lo ocurrido como una copia
idéntica de lo que imaginé, y así, de este modo me niego a mí
mismo la percepción de la realidad y la posibilidad de
experimentarla sin prejuicios, sin condicionamientos y en libertad.
Esa
es la raíz del miedo anticipado: un mundo imaginario que no existe,
y que muy probablemente nunca existirá.
Claro
que hay otro miedo, el que siento cuando veo un tigre delante de mí,
el miedo instintivo, inmediato, pero ese se basa en un hecho de
experiencia, en la presencia de un gran depredador ante mí.
Del
libro de Abu Fran, La copa y la rosa. Un sufí entre
ayahuasqueros.
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