LA DECISION COMO FALACIA


LA DECISIÓN COMO CREACION DE ALGUNOS PSICOLOGOS.
El Obispo de Hipona, S. Agustíni, recoge en sus escritos la teoría de las potencias del alma, e indica que las potencias del alma son tres: memoria, entendimiento y voluntad.
Sin embargo fue la escolástica (todavía hoy filosofía oficial de la Iglesia Católica), especialmente a partir de la monumental obra de S. Tomás de Aquinoii, la que consolidó la teoría del dualismo humanoiii, y dentro de este dualismo la consideración de que el alma estaba dotada de tres potencias.
La escolástica llamó psicología a la disciplina que estudiaba el alma y se ocupaba de sanarla, es decir, se ocupaba también de las llamadas enfermedades del almaiv.
Esta acepción de la palabra psicología se extendió a lo largo de los siglos por toda la cristiandad (desde la Rusia asiática hasta las dos Américas, incluyendo Europa y sus colonias), y pasó, especialmente desde el período del Califato de Córdoba, al Islam, extendiéndose también a lo largo y ancho de las tierras donde predominaba esta religión. La consecuencia es que hoy cuenta con una acrítica aceptación en la imaginería popular, y es un condicionamiento que impregna incluso la mayoría de nuestras universidades (no en vano fue la Iglesia la inventora y fundadora de las primeras universidades).
En la psicología escolástica se consideraba que entre la visión clara y evidente por parte del alma de lo que había que hacer y la acción del cuerpo para hacerlo mediaba la voluntad, o, mejor dicho, un acto de la voluntad. A este acto se le llamó “volición” o “acto volitivo”, y mucho más tarde “decisión”. La decisión era aquello que mediaba entre tener algo claro y hacerlo. Ese mediador (la decisión) era utilizado porque se pensaba que entre el espíritu (alma) y la materia (cuerpo) debía existir un puente, es decir, no podía existir una relación directav. La existencia de la decisión carecía de apoyo empírico y experimental, pero ello no era ningún obstáculo para la escolástica, que nunca pretendió ser una ciencia experimental sino más bien una disciplina especulativa. De igual manera carecía de apoyo empírico y experimental la manera en cómo la decisión se formaba y cómo actuaba. Durante siglos y siglos fue ésta la psicología que se estudió en todas las universidades del mundo.
Cuando, poco a poco, fue introduciéndose una visión de la psicología como ciencia experimental (y como terapia basada en teorías pretendidamente científicas), empezaron a caerse muchas entidades (y los correspondientes términos para nombrarlas) que la psicología escolástica había creado y utilizaba en sus explicaciones. Sin embargo el condicionamiento creado en favor de la utilización del término “decisión” (y la creencia en su existencia) libra aún hoy una batalla feroz con la navajavi de Occamvii. Y esta resistenciaviii es la única razón por la que se sigue utilizando la “decisión” como un término supuestamente científico el psicología.
La existencia de la decisión carece de apoyo empírico experimental. Antes al contrario, cuando se ha querido encontrar en el laboratorio mediante estudios apoyados en tomografía computerizada del funcionamiento del sistema nervioso, especialmente del cerebro, y mediante otras técnicas avanzadas, el resultado ha sido indiscutible: la consciencia del sujeto de que ha tomado una decisión es temporalmente posterior al inicio de las acciones tendentes a la realización de aquello supuestamente decidido. Es decir, primero se ponen en marcha, se activan, las neuronas encargadas de hacer, y posteriormente lo hacen las neuronas encargadas de saber (decidir?) qué se va a hacer.
En 1979, el psicólogo Benjamín Libetix, de la Universidad de California en San Francisco, descubrió que varios cientos de milisegundos antes de que una persona pensase en presionar un botón ya se habían activado áreas del cerebro relacionadas con dicho movimiento. Con intención de corroborar o refutar esos resultados, Haynes y su grupo de científicos se embarcaron en un nuevo experimento, y pudieron constatar que en una parte del cerebro, la llamada corteza frontopolar -vinculada con procesos muy complejos-, apareció un patrón de actividad que predijo la decisión con un 60% de exactitud y se produjo diez segundos antes de la elección consciente de la actividad a realizar. Es decir, que se podía predecir con bastante acierto cuál sería la “decisión” que el sujeto iba a tomar antes de que la tomara, y ello pese a no conocer de nada a dicho sujetox.
El neurocientífico cognitivo de la Universidad británica de Oxford en el Reino Unido, Dich Passingham, asegura en Science NOW que "Esta actividad que sucede antes es, no sólo una preparación general, sino una decisión apropiada".
Uno de los estudios más interesantes de John-Dylan Haynes es aquel en el que se demuestra que tomamos decisiones unos 7 segundos antes de que seamos conscientes de ellas, y unos 10 segundos antes de que las ejecutemos. En este experimento Haynes utilizó un escáner cerebral con los participantes, y gracias a él pudo predecir con antelación las decisiones que iban a tomar dichos participantes, gracias a la actividad cerebral inconsciente. Así es como lo explicaron en la revista Nature Neuroscience, en abril de 2008.
Pese a la evidencias empírica todavía hay psicólogos que intentan salvar la hipótesis de la existencia de la decisión diciendo que las decisiones se toman inconscientemente, y que después de haber sido tomadas se adquiere consciencia de qué decisión hemos tomado. Así se interpreta que lo que estos resultados nos indican es que detrás de las decisiones conscientes existe un procesamiento cerebral que podríamos denominar “inconsciente” que anticipa la respuesta hasta 10 segundos antes de que nosotros mismos lo sepamos. Además, los investigadores están seguros de que esta activación cerebral no se corresponde a un periodo de preparación para la actividad o la respuesta sino que se trata de una verdadera y propia toma de decisiones (o al menos una suerte de codificación de la decisión ya tomada).
Por decirlo con un ejemplo, puedes pensar que has decidido tomar té o café esta mañana, por ejemplo, pero la decisión puede haber sido tomada mucho antes de que te dieras cuenta. Para Haynes, esto es inquietante. “Siendo honesto, encuentro muy difícil enfrentarme a ello”, dice. “¿Cómo puedo llamar ‘mía’ una decisión que ni siquiera sé cuando ocurre y qué ha decidido hacer?
Las motivos para seguir manteniendo la hipótesis de la existencia de algo llamado “decisión personal” parecen ser no sólo por la inercia cultural, sino también la pereza de los profesionales de la psicología para enfrentarse a la construcción de una hipótesis alternativa eficaz (que necesariamente es revolucionaria, y obliga a revisar muchos de los presupuestos de la psicología científica y de la psicología clínica), y también al miedo a tomar consciencia de que vivimos en una realidad siempre nueva y cambiante, por el miedo al cambio.
No podemos pensar que el uso de un término u otro es inocuo o intrascendente, pues nos basta consultar la bibliografía existente sobre la toma de decisiones y/o sobre la voluntad, y sobre las técnicas y métodos para fortalecer y mejorar una u otra (todas con muy escaso resultado, como cabría esperar a la luz de los nuevos descubrimientos científicos). La gran cantidad de energías y esfuerzos que se invierten en esta dirección podrían dedicarse a otras cuestiones, obteniendo un mejor desempeño y mejores resultados.
La hipótesis alternativa (por ahora) es la de la claridad: en el momento en que un individuo tiene claro, sea a nivel consciente o subconscientexi, qué le conviene hacer, lo hace. Desde este punto de vista, cuando una persona nos dice que sabe lo que tiene que hacer (o le conviene o quiere) pero que aún no lo tiene claro, no nos está diciendo que aún no ha tomado la decisión de qué hacer, sino que lo que nos está diciendo es exactamente lo que nos dice, es decir, que no tiene claro qué hacer. En cuanto lo tenga claro no podrá evitar hacerlo (evidentemente, puede haber factores externos que se lo impidan, pero no es de eso de lo que estamos hablando).
El las integraciones que se realizan en algunos retiros tras la ingesta de ayahuasca, este proceso se repite una y otra vez: en cuanto un sujeto tiene claro qué quiere o qué le conviene hacer, lo hace, sea divorciarse, dejar el trabajo, hacerse marinero, dejar la droga, o lo que en cada caso concreto sea. El proceso “terapéutico” es realmente un proceso de clarificación, clarificación que, en la mayor parte de las veces, comporta descubrir los autoengaños en los que el sujeto vive.
Sospecho (y esa es mi propuesta) que comenzaremos avanzar más deprisa por este terreno si dejamos de hablar de “toma de decisiones” y comenzamos a hablar de clarificación o “tenerlo claro”, dedicando nuestras energías a ver cómo podemos conseguir mayor claridad en lugar de utilizarlas viendo cómo puedo tomar decisiones más eficaces. Todos ganaremos en felicidad y satisfacción. Y en eficacia.

Abu Fran,

i En latín Aurelius Augustinus Hipponensis; Tagaste, 13 de noviembre de 354 – Hippo Regius, también llamada Hipona, 28 de agosto de 430.

ii En italiano, Tommaso D'Aquino; Roccasseca, Italia, 1224/1225 – Abadía de Fossanuova, 7 de marzo de 1274.

iii El ser humano es un compuesto de dos, el cuerpo y el alma. De ellos, el alma es la parte realmente importante. El alma es también espiritual (no material, no física) e inmortal.

iv Por esa razón muchos sacerdotes, de una y otra confesión cristiana, siguen ejerciendo como terapeutas psicológicos, aunque no se autodenominen de esta manera.

v Mi personal interpretación es que era una manera de eludir la difícil explicación de cómo actúa la materia sobre el espíritu y el espíritu sobre la materia.

vi Por decirlo de forma resumida, la susodicha “navaja” es la propuesta de abandonar, en el terreno de la ciencia, toda entidad de la que no exista evidencia física o experimental, o cuya intervención en las explicaciones no sea necesaria (es decir, que pueda darse cabal explicación del hecho de que se trate sin acudir a ellas).

vii En inglés William of Ockham; Ockham, condado de Surrey, Inglaterra, circa 1280/1288 - 1349. Fue fraile franciscano, filósofo y lógico escolástico.

viii Esta resistencia es consustancial a toda forma de cultura. La base de la cultura es la transmisión de “saberes” de nuestros mayores a las nuevas generaciones, es decir, la transmisión de conocimientos de una generación a otra. Con objeto de reforzar esa transmisión se crea el mito de la preeminencia del saber antiguo, según el cual el verdadero conocimiento, la sabiduría, la poseían nuestros antepasados desde hace milenios, y con el correr de los años se ha ido enturbiando, deteriorando y cayendo en el olvido (tal vez por una deficiente transmisión).

ix Benjamin Libet; Chicago, Illinois, 12 de abril de 1916 – 23 de julio de 2007.

x Mediante el implante de electrodos cerebrales, en varios experimentos que no relato por no salirme mucho del tema, se ha podido hacer lo mismo con chimpancés, y predecir lo que iban a hacer antes de que las partes de su cerebro encargas de la “consciencia” de su “decisión” se activaran.

xi Distingo entre consciente, subconsciente (o preconsciente) e inconsciente. Inconscientes serías, por definición, aquellos procesos psíquicos a los que el consciente no tiene acceso, mientras que subconscientes serían todos aquellos procesos psíquicos que, aunque no son plenamente conscientes, suelen convertirse en conscientes.

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