YO CULPO, TU CULPAS, ÉL
CULPA.
Una
confusión que nos evita ser responsables de nuestras propias vidas.
Solo conociendo las causas
podemos prevenir sus efectos y, a veces, evitarlos.
El el derecho español existe
una clara diferencia entre responsabilidad y culpabilidad.
Responsables somos todos de nuestras acciones u omisiones, y por
tanto debemos indemnizar cuando como consecuencia de lo que hacemos o
dejamos de hacer sufre algún daño un tercero. La diferencia con la
culpa está en el dolo, en la intención de hacer daño. Cuando este
daño que sufre alguien y del que somos responsables (en todo o en
parte) era algo que conscientemente pretendíamos, es decir cuando mi
intención era causar daño, además de responsable soy culpable. La
diferencia conlleva consecuencias importantes, pues si solo soy
responsable, pero no culpable, se me juzga de acuerdo con las leyes
del derecho civil, pero si soy culpable, se me aplica el derecho
penal.
El concepto polar de
“culpable”, su opuesto, es “inocente”. Culpa e inocencia van
de la mano, y en derecho no es posible la existencia de una de ellas
sin la otra: para poder juzgar a alguien hace falta que pueda ser
culpable o inocente, si solo pudiera ser una de las dos cosas, no
haría falta juicio, ni leyes, ni jueces.
De esta clara distinción es
de donde parten casi todos los malentendidos. Veámoslo.
En nuestro derecho la culpa
solo es aplicable a los seres humanos en pleno uso de sus facultades
mentales (como el mismo derecho dice). Así no se considerará
culpable al león que se abalanza sobre la gacela con ánimo de
matarla y devorarla; el león ni siquiera sería responsable, pues
incumbe al dueño del león indemnizar por el daño que éste cause,
y si no tiene dueño, incumbe indemnizar a quienes tenían como
responsabilidad evitar que el león causara daño. En otro caso nadie
responde por los daños ocasionados por el león.
Claro, me dirás, ese aspecto
es claro y nada aporta al debate. O tal vez sí? En todo caso parece
que el derecho considera que la culpabilidad no es propia de la
naturaleza, que la naturaleza no entiende de culpas ni de inocencias.
Y la ciencia tampoco encuentra culpa alguna en la naturaleza. Algo
vamos aclarando.
Pero además, ese mismo
derecho español que considera culpable a un hombre por matar a otro
queriendo hacerlo puede considerar un héroe a quien deseando matar
muchos enemigos ha dado muerte a bastantes de ellos, por supuesto
cuando se trate de enemigos de la patria, no de los tuyos. Es decir,
si matas a quienes el poder me dice que mates, con plena consciencia
de ello, eres un héroe, pero si matas a alguien sin que el poder te
lo haya dicho, queriendo matarlo, eres culpable de asesinato.
Curioso, verdad?
Vemos que la noción de culpa
tiene que ver con el poder, con quien detenta el poder. Así por
ejemplo durante el gobierno del general Franco en España eran
culpables del delito de homosexualidad quienes mantuvieran relaciones
sexuales con alguien de su mismo sexo, pero en la España actual son
inocentes, no se les puede condenar. Y en una España pocos siglos
anterior a ésta, eran culpables de herejía los luteranos, con
severísimas condenas por serlo; hoy son una religión perfectamente
admitida por el poder del Estado español. Por decirlo de otra
manera, la culpa depende de quién mande.
Si, objetarás, pero en mi
consciencia son culpables, con independencia de lo que diga la ley.
De dónde sale tu consciencia? Es la misma que la de un curdo o un
convencido fanático religioso? No es un deber nuestro matar a los
infieles? Supongo que sabes que hay incluso quien tal dice a fecha de
hoy. O por decirlo de otra manera, tu consciencia es fruto de la
historia y la cultura, del lugar, momento histórico en el que estás
viviendo y de tus peculiares condiciones familiares, laborales, etc.
Cuando no es el poder
político, es el poder de éste o aquél dios o diosa quien establece
quién es culpable y quién no, y por qué lo es. Aclarando otra vez,
cuando no es la ley dictada por el poderoso la que establece la
culpabilidad, es la ley dictada por la religión. Una y otra norma
las has interiorizado mediante la educación, los anuncios, las
películas, los chistes, los clichés sobre lo que está bien o está
mal, etc.
La religión suele ser, en
muchos casos, bastante más poderosa que el político o el rico, pues
se mete de rondón en la consciencia de todos a través de la
educación y el conjunto de creencias en las que nos educan. Si
escarbo en la noción de culpabilidad que tal vez haya en mi
consciencia, descubriré pronto la moral católica detrás, con
algunas modificaciones personales (aclaro que fui educado en la
España franquista, la España del nacional-catolicismo).
Sin ley, humana o divina, no
hay culpa. Y, en cualquier caso, en la naturaleza no hay culpa.
El ámbito que estudia el
comportamiento de los seres humanos desde el punto de vista de
cualquier ciencia (sea la psicología, la antropología, la
sociología…) es el mismo que el que estudia el comportamiento de
los animales, la etología. Es el ámbito de la naturaleza, el ámbito
de cómo funcionamos los seres humanos por naturaleza. Y en este
ámbito la culpa no es posible.
Por ceñirnos a una sola de
las ciencias citadas, la psicología por ejemplo, la culpabilidad no
existe por sí misma, es una invención humana, siempre relativa a
quien la usa; dicho de otra manera, si observamos el comportamiento
del otro lo más objetivamente posible, al margen de nuestros
personales prejuicios, nadie es culpable de nada, ni, por supuesto,
inocente. Entenderemos o no las causas de su acción, según el
acierto y profundidad de nuestra investigación, pero en ningún caso
habrá culpables.
Pongamos un ejemplo: la
persona que queriendo ha causado la muerte de tu hijo solo es
culpable desde el punto de vista de una determinada ley o de una
concreta moral (también un conjunto de normas, de leyes), pero desde
el punto de vista de la psicología, o de cualquier otra ciencia, no
es culpable. La ciencia investigará qué lo ha llevado a matar a tu
hijo, para poder entender el comportamiento de esa persona. La ley,
es decir, el poder, juzgará su conducta para castigarlo o no según
sus concretos y determinados intereses (cambiantes, como hemos visto,
según el momento o el lugar). Y tal vez también lo hagas tú,
siguiendo al poderoso o poniéndote psicológicamente en el lugar del
poderoso o de cualquier moral que tú consideres válida.
Lo que me interesa resaltar
aquí es que la culpabilidad, la ley o la moral, busca castigar, la
ciencia busca entender.
Y la diferencia psicológica
de que asumas un punto de vista, el de la moral por ejemplo, u otro,
el de la ciencia por ejemplo, es considerable. En ambos casos la
muerte de tu hijo no tendrá remedio, nadie le devolverá la vida.
Si optas por atribuir
culpabilidades, buscarás un castigo de alguien que no entiendes por
qué ha actuado así, y como no lo entiendes, no podrás evitar ni
predecir comportamientos semejantes. Si optas por el conocimiento,
por entender lo ocurrido sin buscar culpables, podrás prevenir un
comportamiento semejante en el futuro, y comprender que de estar tú
en el lugar de quien ha matado a tu hijo, tal vez habrías hecho lo
mismo que esa persona.
Pero además, si optas por
juzgar y repartir culpas, puesto que no entiendes qué es lo que está
pasando, estarás siempre a merced de comportamientos semejantes de
cualquier otra persona. Es decir, tu vida siempre dependerá de los
otros, cuyo comportamiento juzgas pero no entiendes.
Por el contrario, si optas por
entender al otro, comprendes el mecanismo de su acción y te puedes
colocar en una posición en la que no ocurra o que al menos no te
afecte o te afecte menos. Podrás también aprender a evitar hechos
como el ocurrido, o al menos a prevenirlos, pues al conocer las
causas y motivos puedes comprenderlos y saber de antemano cuándo es
probable que ocurran. También sabrás que la culpabilidad que
atribuyes al otro es solo un invento tuyo (o de alguien poderoso o de
alguna de las muchas divinidades que pululan por ahí), con lo que
quedarás libre de castigar a nadie y podrás enfocarte en conseguir
lo que tú quieres y en evitar lo que no deseas, o por decirlo de
otra manera, comenzarás a ser responsable de lo que te ocurre.
Como la culpa comporta el
castigo, si optas por comprender lo ocurrido, prescindiendo de
culpables, no te verás obligado a buscar el castigo de nadie y te
librarás también así del resentimiento y del deseo de venganza.
Serás, en consecuencia, mucho más libre, pues la venganza y el
resentimiento esclavizan a quienes los sienten.
Claro está, es más fácil,
mucho más fácil repartir culpas, juzgar a troche y moche, que
investigar qué ha llevado al otro a hacer lo que ha hecho. Por ello
muchas veces prefieres la facilidad de buscar culpables sobre el
esfuerzo de entender por qué ocurren las cosas. Y haciendo lo que
vengo haciendo desde hace rato: en otras palabras, es más fácil y
cómodo juzgar a otro y atribuirle la culpa, que asumir la
responsabilidad de lo que ocurre en tu vida; aunque tal vez no sea lo
más práctico ni eficaz.
Si he conseguido deshacer el
malentendido que planea sobre la culpabilidad, eres tú quien tienes
la opción de elegir qué haces. Si no lo he conseguido y tampoco lo
consigues tú, quedas esclavo de tus sentimientos de venganza (o de
hacer justicia, como gustes llamarlo) y de tu resentimiento, y sujeto
a lo que los demás, los que consideras culpables, quieran hacer.
Atribúyeme a mí la posible
confusión que haya en este texto.
Abu Fran
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