BUSCADORES
DE LA VERDAD
Qué
es lo que realmente buscamos.
Pedro
era un hombre de amor y prodigioso, muy atento a protegerse de lo
ilícito. Nunca permanecía más de dos días en un mismo lugar, pues
se decía:
-
Si me quedo más tiempo en una casa corro el peligro de ver mi
corazón atraído por algo o por alguien.
Caminaba
de día y rezaba de noche. Su naturaleza era la de un ángel. Como él
era puro, estaba en continua búsqueda de hombres puros y dirigía a
la divinidad esta plegaria:
-
¡Oh, Señora! ¡Permíteme encontrar a tus fieles
servidores!
Y
la divinidad le respondía:
-
¡Oh, hombre puro! ¡Qué sed y qué amor hay en ti! Pero si ese
amor me ha sido consagrado, ¿por qué estás siempre buscando
hombres?
Pedro:
-
¡Oh, Diosa mía! ¡Estoy en mitad del
océano y busco una cántara de agua! Los deseos que tengo acerca de
tu amor son para mí motivo de orgullo, igual que mis deseos por el
prójimo me son motivo de vergüenza. Desde hace años viajo sin
cesar, tanto a Oriente como a Occidente. Voy con los pies desnudos
por caminos llenos de guijarros y de espinas. Pero no creas que un
enamorado se desplaza sobre sus pies torturados. No, es con su
corazón como viaja. Mi atracción por el hombre no hace sino
aumentar. ¡Quisiera ver la ola del océano en una gota de agua!
Un
día, Pedro se encontró dirigiendo la oración en una playa entre un
grupo de fieles. Todo el mundo se puso en fila para la oración
cuando, de pronto, la mirada de Pedro se dirigió hacia el mar y oyó
gritos. Vio, en alta mar, un barco sacudido por las olas. Los
pasajeros, en la oscuridad, gritaban por temor a hundirse, pues la
tempestad soplaba como Azrael. Incluso los infieles y los rebeldes
habían recobrado su fe y todos se posternaban ante la divinidad,
desesperados.
Al
ver esto, las lágrimas llenaron los ojos de Pedro.
-
¡Oh, Señora! -le dijo-, ¡perdónalos y
socórrelos!
Esta
plegaria fue escuchada y el barco se salvó, pero los pasajeros
creyeron que esto se debía a sus propios esfuerzos. Creían que sus
oraciones habían sido aceptadas. Como el zorro que escapa de las
garras del león gracias a sus patas, pero sigue estando tan
orgulloso de su cola.
En
pocas palabras, el barco atracó en el momento mismo en que Pedro y
los fieles terminaban su oración. Los fieles dijeron:
-
¿Quién ha podido hacer este prodigio? ¿Habrá sido el sacerdote,
que, compadecido, haya dirigido esta oración a Dios? ; ¿se habrá
atrevido a interferir en la voluntad divina?
Y
cuando Pedro se volvió vio que todo el mundo se había marchado.
Habían desaparecido todos, como peces deslizándose en el agua.
Pedro se puso de nuevo a llorar.
-
¡Ah! ¡Ahora es cuando caes en la trampa! ¡Hombre inmaduro! Creías,
como todo el mundo, que ellos eran hombres. Tú los has mirado con
los ojos de Satanás, que dice:
-
“Yo fui creado a partir del fuego y Adán a partir del barro.”
-
¡Oh, Pedro, abre los ojos! Sigue buscando día y noche. Abandona las
obras de este mundo. ¡Busca a quienes invocan su presencia!
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